Relojes.

 

 

Cajas llenas de relojes.

 

 

 Su sonido anda    libremente por mi  cabeza.

 

 

 

La cuerda sigue el camino de la vida.

 

 

   

 

 

 

 

 

Cuando la locura pronuncia tu nombre una y otra vez, está detrás de esa puerta tan transparente.

Las voces bailan en la sala vacía, con su mesa puesta, las tazas llenas y una capa de polvo espesa.

Puedo ver lo que hay detrás.

Cuando sabes que es el lugar en donde estarás, donde acabará.

Lo rozo con la llema de los dedos, asusta cuando no controlas tu mente, se queda en suspensión junto con las gotas de lluvia.

Y la oscuridad es la amiga con quien andar de la mano, la dejas que duerma sobre la propia existencia.

Puedes sentir el vacío sin la soledad, como el viento que sopla sin escuchar ningún sonido.

La música acompaña al delirio constante que aparece cuando bajas la guardia, pero ella sabe controlarlo, a veces le inspira, le llena, le hace seguir viviendo.

Se mueve, espera, no se mueve realmente sólo si cierro los ojos y dejo que se expanda libremente en el interior.

La realidad no es realidad, es un cuarto con la decoración al revés.

Las sillas se esparcen por el techo y suelo llena un espacio en blanco.

Nubes de palabras se extienden sobre mi, si rompen en tristeza llenarán mis hojas. Si rompen en alegría se alojarán en mis labios.

 

 

 

 

 

Las conversaciones con libros rasgados llenan los días y aún me faltarán para todo lo que mis oídos tiene que escuchar de ellos …

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras escuchas a la lluvia arañar las ventanas deseando entrar, las velas iluminan el pasillo. Sentada en el suelo esperando… con un violín sin cuerdas entre las manos. 

Filas de muñecas con sus mirada vidriosas son mi público.

Yo las veo, ella a mi no.

 

Los relojes siguen sonando dentro de las cajas …